Según datos
ofrecidos por algunas prisiones en torno al 10%
de la población reclusa padece SIDA. Con estos datos se puede decir con
toda certeza que la cárcel es un lugar de riesgo ya que al preso no se le priva
sólo de su libertad sino que de alguna forma se le expone al problema del SIDA.
Las personas
portadoras de la enfermedad están desinformadas a cerca de lo que significa ser
portador y de los riesgos que conlleva. Además se ha demostrado que muchos
acaban “olvidando” su situación como defensa a la ansiedad que les provoca.
Esta desinformación provoca miedo en el preso cuando se entera de la infección
y ambas generan ansiedad.
Con todo lo
comentado anteriormente podemos decir que cualquier programa que tienda a
mejorar la situación del preso y a modificar la situación ambiental de la
prisión es un programa de prevención del SIDA.
Miguel Ruiz de Arcaute
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